- Roy Batty
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Empezar un artículo en el que voy a hablar de mí mismo puede ser lo más sencillo del mundo, pero la verdad es que es totalmente lo contrario. Muchos de vosotros amáis el mundo del cómic. Muchos de vosotros atesoráis en casa una colección que, más grande o más pequeña, os la habéis labrado poco a poco. Y muchos de vosotros sabéis del esfuerzo económico que ello conlleva. Por lo tanto, todo aquel coleccionista de cómics que lea estas líneas probablemente se sienta identificado conmigo.
Hoy no voy a hablaros de un personaje en particular ni de una franquicia. Ni siquiera voy a hacer hincapié en una de las dos grandes editoras, Marvel y DC. Hoy me permito el lujo de darme un «homenaje» y relataros, de forma abreviada, como descubrí este MARAVILLOSO mundo. Un mundo en el que, además de haber podido leer obras maestras, he conocido gente increíble y he conseguido un trabajo.
Mis inicios como coleccionista de cómics
Todo tiene un comienzo en esta vida y el primer cómic que tuve no fue el que inició esta pasión que hace que mi cuenta corriente llegue a final de mes tiritando. Posiblemente mi primer cómic fuese un ejemplar de Mortadelo y Filemón del gran Ibáñez que me compraría mi padre para que dejase de dar la tabarra. Pero el que inició todo y fue el causante del amor que tengo por el noveno arte fue el primer número de la serie blanca en grapa de la inmortal Dragon Ball.
Mayo de 1992. A la vuelta del colegio me pillaba de paso un quiosco que estaba al lado de casa. Como siempre hacía, di un rápido vistazo al escaparate y lo visualicé. Mis ojos captaron esa primer portada de mi serie de dibujos animados favorita. No podía creérmelo. ¿Realmente era el cómic de Dragon Ball? No sabía ni de su existencia, así que raudo y veloz entré al quiosco a preguntar por él y efectivamente, allí estaba esperándome. Había nacido para mí y yo había nacido para él. No llevaba ni un duro encima. Era un crío de 12 años que volvía del colegio. En aquella época llevábamos en los bolsillos piedras, una peonza y el honor que habías arrebatado a tu rival en el partido de fútbol del recreo. Hoy con 12 años tienes en el bolsillo un Iphone de última generación y 50€. Bendita sea mi infancia…
Pedí que me lo guardasen y a la tarde a la salida del colegio me lo llevé a casa. Reservé todos los números de la colección y recuerdo que la publicación era semanal. Cada semana era 195 pesetas más pobre, pero 195 millones de veces más feliz. Y así empezó todo.
El manga, el siguiente paso en la evolución
Quizá sea un patrón, quizá sea una evolución lógica o tal vez sea mera coincidencia. Pero un gran porcentaje de coleccionistas empieza esta droga coleccionando manga. Por lo menos en mi caso, y en el de algún amigo, así ha sido. El manga, por norma general, es más ligero de leer que el cómic de superhéroes, europeo o independiente. Los guiones suelen ser menos densos aunque hay excepciones como Monster o 20th Century Boys, dos obras maestras de Naoki Urasawa que recomiendo a todo el mundo.
Por lo tanto, hubo una época que una gran parte de mi sueldo iba destinada a ampliar mi colección de manga. Saint Seiya, Rurouni Kenshin, Death Note, Slam Dunk, Naruto, Berserk, Vagabond, Mazinger Z… la lista de manga que he comprado a lo largo de mi vida es casi interminable y de conservarlos todos posiblemente ocuparían la mitad de mi casa.
A veces en la vida hay que elegir. Dejar atrás una etapa y comenzar otra. Y eso es lo que hice. El manga se me quedaba «pequeño» y necesitaba algo más. Un toque más adulto. Y con ello llegamos al siguiente y último apartado de este artículo.
Mi madurez como coleccionista de cómics
Como bien he citado anteriormente, en la vida hay que elegir. Y mi elección fue muy drástica. Vendí la mayor parte de mis mangas para orientar mi colección al cómic americano y europeo. Me marqué un objetivo: sabía qué quería en mi colección y qué cómics debía tener sí o sí. A día de hoy puedo decir que en las estanterías de mi salón tengo el 99% del objetivo marcado. Se me resisten un par de cositas que, tarde o temprano, conseguiré.
Quizá os preguntéis si me arrepiento de haberme desecho de la mayoría de mis mangas y la verdad no sabría qué contestar. De hecho no tiene importancia para mí. Fue un avance en mi vida, como el paso de la adolescencia a la madurez. En 1986 se publicaron Watchmen, El Regreso del Caballero Oscuro y Daredevil Born Again. En 1986 el cómic se hizo mayor y se convirtió en novela gráfica. ¿Se arrepiente el cómic de haber dado un paso y haber evolucionado? No importa la respuesta…
¿Y ahora qué? ¿Qué hace un coleccionista de cómics cuando ya tiene todo lo que quería? Muy fácil. En mi caso comprar originales americanos firmados por los autores, CGCs, Artist Editions… y sobre todo, seguir buscando ese Drácula de Fernando Fernández que llevo años detrás de él. Una ruina. Así que chic@s, coleccionar cómics es muy peligroso. Coged todo vuestro dinero, guardadlo en el banco o en el colchón de casa y dentro de unos años no seréis pobres. En cambio, os perderéis un mundo absolutamente maravilloso e increíble. Vosotros decidís.
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